miércoles, 27 de diciembre de 2006

21 gramos (8) ¿Consigue el efecto perseguido?

Alberto Bermejo, Diario El Mundo:

"Contar lo peor de la mejor y más sorprendente de las maneras posibles podría ser una forma de definir esta compleja, deslumbrante, abrumadora y magnífica película [...] Una de las experiencias más estimulantes y sobrecogedoras que se pueden vivir delante de una pantalla".

La propuesta narrativa de Iñárritu es atrevida. Se arriesga a marear al espectador y provocar que éste pierda interés por la película o a que no sea capaz de entender al 100% la historia. El estilo de “21 gramos” puede llegar a hastiar durante el primer tramo (demasiada información, demasiadas pocas referencias).

De hecho, una persona que vea el film sin conocer ni un mínimo detalle de la historia -aunque también el que tiene alguna referencia- pasará la primera parte sin entender prácticamente nada.sto se debe a la ruptura de la temporalidad y las preguntas que asaltan en todo momento: ¿qué sucedió antes? ¿esta escena o la anterior?

También al ritmo vertiginoso de la acción, plagada de escenas breves que nos arrastran de un acontecimiento a otro sin apenas respiro. El peligro latente es infringir el proceso de codificación e, indirectamente, el de inteligibilidad y decodificación.


Sin embargo, el director logra el efecto perseguido: engancharnos e introducirnos en la historia. Participamos de ella, sentimos el dolor en sus distintas manifestaciones. El clima acaba por envolvernos, nos hipnotiza e interroga, algo que a nivel mental puede hacernos creer que la historia es maleable y que podemos decidir sobre su curso.


El orden desplazado de los episodios - que Jay David Bolter denomina hipérbaton- ayuda a sutentar el suspense. El espectador debe retener en la mente la unidad desplazada, mientras aguarda por el resto de metraje. Se exige un esfuerzo especial de comprensión.


La energía exigidos llevan la interpretación hasta el grado de intervención (que es exactamente lo que ocurre con el lector de hipertextos). El espectador se convierte en jugador, que explora, se pierde y busca caminos por los que encontrar la salida del laberinto.


Tal y como dice Douglas C. Engelbart:

"El cibertexto no tiene como objeto la impersonalidad, sino la intimidad discursiva; no busca el trance, sino la implicación".

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