miércoles, 18 de abril de 2007

Punto de llegada... o de partida

El concepto de hipertextualidad queda básicamente definido por la ruptura de la linealidad, una obra abierta como resultado (¿cuál es su principio? ¿dónde fijamos el final?), la figura de un lector mucho más dinámico y activo que el tradicional y que, podemos afirmar, se convierte en co-autor del texto.

Deberíamos acercarnos a esta clase de narrativa del mismo modo en que lo hacemos a un juego. Eso es en definitiva el hipertexto: un laberinto infinito, una red que nos atrapa y nos libera, una caligrama que activa nuestra mente, un rizoma... un juego.

Algunas obras ciematográficas comparten este mismo modo de estructurar (deberíamos decir "desestructurar") la narración gracias a la técnica del montaje. Los flash-backs, fragmentaciones, saltos temporales y espaciales, obligan a un esfuerzo de comprensión mayor por parte del espectador. Retenemos en la mente ideas clave e imágenes puntuales que después nos ayudarán a acometer el proceso de descodificación. La película nos interesa por poco usual y por el suspense añadido. Sin embargo, todos acabamos por llegar a un mismo final, que es el que el director del film había fijado de antemano (salvo en aquella películas con final abierto e incierto).

La literatura plasmada en formato papel ha dado también numerosos ejemplos de que es posible luchar contra la linealidad inherente al soporte. A veces se le pueden plantear disyuntivas al lector, que debe elegir un único camino a seguir y descartar en consecuencia el resto (como en los cuentos infantiles cuyo objetivo precisamente es crear historias individualizadas), otras se pasa por todo el texto pero siguiendo distintas rutas (caso de
Rayuela), finalmente en muchas ocasiones se juega con las fracturas temporales y diversos recursos como las notas al pie de página. Sea como sea, está claro que toda lectura contribuye a crear texto y que hay tantas formas de leer un libro como número de lectores.

La música con sus improvisaciones y variaciones, un cuadro con la singularidad de sus trazos, el lenguaje de un poema o un caligrama pueden recordarnos asimismo la disposición hipertextual. El autor actúa como 'director de orquesta' y acoge la participación del receptor que, ante esa obra, deja volar su imaginación y relaciona lo que está escuchando/contemplando/leyendo con su bagaje cultural, su experiencia personal y sus propias necesidades. La cadena de asociaciones se despierta de nuevo y cada persona seguirá un camino diferenciado. Quizás la figura del autor no haya muerto y quizás el lector no sea tan autónomo como piensa, pero esa sensación de libertad que gana ante una obra hipertextual convierte su experiencia en algo mucho más gratificante.

El hipertexto es, en este sentido, una convención socio-cultural. Nada más ni nada menos que el reflejo especular de la vida, porque modela el proceso asociativo en el que se basa la mente humana. Nuestra experiencia vital se encuadra en una red de posibilidades infinitas y cada día estamos tomando una decisión tras otra, optando por un camino y desechando el resto de casuísticas... igual que al navegar por una narración hipertextual ponemos en funcionamiento intinerarios posibles y creamos una compleja red de enlaces. Cada elección modificará el resultado y significado final de lo que se está leyendo. Lo que para una persona puede ser el principio de su experiencia, para otra puede convertirse en la 'lexia' final de su recorrido.

Cabría preguntarse hasta qué punto nos quedamos anclados en la reflexión sobre la estructura y los modos de navegación y relegamos a un segundo plano la importancia o la existencia del argumento hipertextual. ¿Nos encontramos ante un lugar de exploración controlable o ante una narración caótica y sin sentido? Ahí entraría la pericia del autor a la hora de pensar en las posibilidades de navegación por y para su obra y en la predisposición del usuario para aceptar el reto, 'perderse' y alcanzar su propio destino. Nos encontraríamos ante un caos, sí... pero ante un caos perfectamente organizado, abierto a interpretaciones y en el que todos los caminos tienen sentido. El hipertexto sería, en definitiva, un conjunto de múltiples obras personalizadas.