lunes, 11 de diciembre de 2006

21 gramos (3) El rodaje

Alejandro González Iñárritu:
“A veces la cámara es un mero observador, respira con la escena y es pasiva; otras veces es descriptiva y muy activa. He tratado de usar la cámara como un pintor utiliza el pincel”.


Rodrigo Prieto, director de fotografía:

"Casi todos los planos están rodados cámara en mano, creando una sostenida tensión que será percibida por el público. Prefiero el método de cámara en mano por su inmediatez, da la sensación de que puede ocurrir cualquier cosa. La cámara es también testigo de lo que le está pasando a un personaje".


Ciertamente, la cámara no suele ser un simple observador, si no que se introduce en los hechos y se aproxima a los personajes intentando explorar su interior y descifrar qué les preocupa, cuál es su pasado, cuál es su destino. Describe, se acerca lo máximo posible a los rostros. Destaca la profusión de primerísimos primeros planos, asfixiantes y expresivos, que captan un silencio, una mirada o una palabra. La narración arrastra hacia su interior al espectador. Se podría resumir como “atmósfera de intimidad”.


En los diálogos, los planos y contraplanos están montados de tal modo que nosotros siempre somos la persona a la que se habla. La cámara se sitúa a la altura de la oreja del oyente y focaliza su atención en el rostro del hablante. Cuando obtiene respuesta, nos convertimos en la persona que hasta ese momento era el hablante, y así sucesivamente. El espectador se introduce en la acción y, por un momento, parece que puede intervenir en la conversación y decidir la ruta a seguir.


Otra característica es el movimiento nervioso de la imagen (método de la cámara en mano) que impregna de realismo los hechos. La cámara se convierte en un personaje más y se consigue así una mayor participación del público, un enganche por la historia, despertar su interés. El espectador participa del drama, vive y siente la tensión.

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