martes, 27 de febrero de 2007

"Borges y yo"

Borges en el jardín de los senderos que se bifurcan es un proyecto de la La Escuela Superior de Comercio "Carlos Pellegini" de Buenos Aires.

Según se explica en la web que explica la motivación del proyecto,

el punto de partida fue el texto “Borges y yo” porque queríamos mostrar esa dualidad permanente en todo creador: el artista y el hombre. Pensamos que la lectura debía dar la posibidad de encuentros y desencuentros, nos entusiasmaba la
idea de recorrer y de perderse, como la de hallar un centro.

Así fue tomando forma el hacer un enorme laberinto (300 m2) en el Gimnasio de la Escuela y que esta construcción laberíntica presentara las temáticas borgeanas: Buenos Aires y el arrabal, el caos y el cosmos, el tiempo y el destino como encuentro con el otro y consigo mismo. En esta selección priorizamos el interés del adolescente por la lectura.

Al estar destinado a un público joven, comenzamos a trabajar la palabra unida a la imagen y al sonido, sin perder de vista un hilo integrador que conectara lo lúdico a la reflexión. Cada visitante podría caminar por el laberinto sientiéndose ese lector que Borges privilegia en su obra, e iría descubriendo los secretos de la creación . El diseño de una figura humana nos dio el encuadre adecuado al Proyecto.

El laberinto para Borges simboliza el hombre perdido en un mundo regido por leyes divinas y no humanas, por eso no lo entiende; pero no es malo estar perdido si se encuentra el centro, el sentido de la vida. Partiendo de esta idea, convocamos a escenógrafos, y elegimos el diseño que representaba en sí mismo una figura humana.

Distribuimos las temáticas en las distintas áreas, cada una de ellas comienza con un texto que sintetiza la idea central recreada en el sector.


Así, en las piernas iba lo referente a Buenos Aires, al arrabal y a los viajes. El brazo derecho se convirtió en el espacio de la pesadilla y el caos. En el torso se ubicaba “Borges y yo”, texto motivador de la muestra. El corazón con forma de reloj de arena representaba un laberinto en sí mismo, con su parte externa destinada al tratamiento del tiempo. Por el brazo izquierdo, un lugar oscuro y estrecho, se accedía a la cabeza, el centro del laberinto, el encuentro con el otro y con uno mismo.

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